Elecciones

Antes de que cierren las campañas y comience la veda, fui a darme una vueltita por varios locales, comités y unidades básicas del centro, a ver qué tenían para ofrecerme de cara a las próximas elecciones. Primero entré a un local a mano izquierda, pequeñito pero con todo bastante bien puesto. Bue, para qué te cuento. No bien di un paso adentro ya empezaron a bardearme, por la forma de vestir, de hablar, por todo. Lo bueno es que ahí son todos militantes, te “militan” causas, hasta la paz.

Aunque parezca contradictorio, ellos dicen que les va muy bien con la retórica bélica. Que en democracia les ha dado buenos resultados. Que pueden convencer a cualquiera con sus bombazos intelectuales. Que ya han tomado varios gobiernos así. De hecho, estaban tan contentos con los resultados obtenidos en las últimas elecciones, que para ésta se compraron los equipos para hacerse la película. Lo tienen todo imaginado: el guion fabuloso, los actores, las actrices y hasta un afamado director.

Hablé con la chica que estaba a cargo del mostrador de entrada. Le pedí las propuestas a fin de evaluarlas. Generosamente me entregó un largo rollo de papel higiénico. La miré:
—Pero esto está todo en blanco —le dije.
—No, mi amado señor —empezó—: Nuestras propuestas están a la vuelta.
Me tomó la mano y quiso hacerme girar el papel, medio que por la fuerza:
—¡Bancá, que yo vengo tranquilo! —le dije—. Vengo de onda.

Ella me vio un poco fulero quizá porque no la dejé hacer lo que ella quería:
—Si se fija, señor —dijo—, nuestras propuestas están a la vuelta.
Giré el papel y me encontré con una serie de items, cada uno tachado con una X. Ahora la miré yo, como exigiendo una explicación.
—Son las propuestas del local de al lado, señor —me dijo.
—¿Cuál local? ¿El que está acá a la derecha? —le pregunté.
—Exacto, señor. Nuestra propuesta es ponerle la X a las propuestas de ellos.
—¡Ah! —exclamé y me quedé con la boca abierta.

No soy de ir dando consejos por la vida. Creo que cada uno debe aclararse solo. Sin embargo, a veces sigo los consejos de los filósofos que me gustan. Algunos de ellos dicen que sí, que hay que explicar. En aquél momento me acordé de una gran filósofa argentina, que todavía vive, se llama Mirtha Legrand. Una vez pensé en escribir un libro explicando cada una de sus frases.

Me acordé de un episodio que le sucedió al aire. Se ve que las cosas ese día no le habían salido bien. Ella había elegido pasar su día encabronada, maldiciendo a todo el mundo, puteando a diestra y siniestra. Entonces vino un señor que la quería bien, aunque ella no se diera cuenta, y le dijo:
—Pará un poco, mujer, ¿no te das cuenta que te hacés mal vos?


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