Crónicas del Cabify IX

Oda a mi familia

 

INTRO

Doo doo doo do, doo doo doo do

Doo doo doo do, doo doo doo do

Doo doo doo do, doo doo doo do

Doo doo doo do, doo doo doo do

 

Manejar un Cabify es someterse a que te ocurran muchas cosas. Algunas peligrosas, otras sorprendentes, y, a veces —las menos, pero se dan— someterse a que ocurran cosas increíbles. Podría contar, por ejemplo, la vez en que con un pasajero llamado José, hincha fanático de River, quedamos atrapados en medio de tres o cuatro colectivos llenos de hinchas de Tigre, justo por la época en que esos dos equipos se sacaban chispas por el campeonato. Con facilidad podían habernos convertido en papel picado para tirar en la cancha. Por fortuna, gracias a una maniobra desquiciada de Many, logramos salvarnos. O, podría contar la vez que con una gallega quedamos atrapados entre las barreras del Sarmiento justo en el momento en que el tren venía hacia nosotros. Pero hoy quiero contar sobre una chica que me dio un recital exclusivo adentro del auto. Se llamaba Verónica. Subió en Godoy Cruz y Güemes con una guitarra color verde agua, preciosa y desnuda, parecía un espejo. Le pregunté si iba a dar un recital en algún lugar a esa hora. Me dijo que tocaba en una banda pero que ahora iba a cambiarle las cuerdas a la guitarra. Estaban planeando retomar muy pronto los ensayos y quería tener todo listo. Aunque no sabía si iba continuar o no con esa banda porque al parecer le cambiaban todo lo que ella componía.

 

CHORUS

Doo doo doo do, doo doo doo do

Doo doo doo do, doo doo doo do

Doo doo doo do, doo doo doo do

Doo doo doo do, doo doo doo do

 

GUITAR RIFF



 

—¿Cómo se llama tu banda? —le pregunté.

—Le pusimos Taquiónica.

—¡Ah, como Tan Biónica! La banda de Chano —le dije—, pero en vez de bio usás taquión como prefijo.

—¿Sabés que son los taquiones? —me preguntó.

—Maso.

—¡Van más rápido que la luz, como yo! —exclamó.

—Sé que son partículas subatómicas —manifesté—. Es una hipótesis, en realidad, pero explica por qué dos átomos entrelazados cambian al mismo tiempo aunque estén en diferentes lugares del universo. Para que el cambio se produzca en el mismo instante la partícula que lleva la información debería ser más rápida que la luz, tendría que ser instantánea. Como cuando dos personas se reconocen o se enamoran en el mismo momento, en el mismo flash. Si la partícula que lleva la información entre ambos existiera, sería un taquión.

—¿Vos cómo sabes todo eso? —me preguntó. Le parecía extraño que un chofer de Cabify conociera de partículas subatómicas.

—Supongo que lo habré leído —le dije.

 

Understand the things I say / Don’t turn away from me / ‘Cause I’ve spent half my life out there / You wouldn’t disagree / Do you see me, do you see? / Do you like me / Do you like me standing there?

My mother, my mother / She’d hold me / She’d hold me when I was out there

My father, my father / He liked me, well he liked me / Does anyone care?

 

Hablamos de música y sonidos, que en definitiva, es hablar de alegrías y tristezas y también del tiempo. Me recomendó que escuche música clásica mientras manejo y que me olvide del trap. La música clásica te ayuda a relajar y a estar ausente de las complicaciones del tráfico, dijo. Me contó que en sus canciones usa sonidos de cuencos tibetanos para relajarse. Que los cuencos se fabrican a mano de una combinación de metales, que el plomo es Saturno, el oro es el Sol, la plata es la Luna, el cobre es Venus, el hierro es Marte, el mercurio es Mercurio y el estaño es Júpiter. Yo le conté que si bien, hay veces que me dejo arrastrar por el caos de la ciudad, en lo posible intento no introducir más ruido en el universo. Omito bocinazos y gritos. Viajo en una cápsula termo sellada. Lo que queda afuera del polarizado no puede hacerme enojar ni dañarme.

Ya que venía con la guitarra pelada en la mano, vestida como una artista pop, con grandes anteojos traslúcidos de color naranja, pantalón al tono con la guitarra, botas y cinto marrones y todo el ajuar completo, le pregunté si no tenía ganas de improvisar un recital en el auto.

—¿Cuántos años tenés? —me preguntó.

—¿Y eso que tiene que ver? —le dije—. ¿La banda no hace temas para cualquier edad?

—Tiene que ver —aseguró.

—Tengo cincuenta.

—Está bien —exclamó—. Te voy a tocar un tema acorde a tu edad. Es en inglés. Escuchá la letra.

 

Understand what I’ve become / It wasn’t my design / And people everywhere think / Something better than I am / But I miss you, I miss / ‘Cause I liked it / ‘Cause I liked it / When I was out there.

Do you know this, do you know / You did not find me / You did not find me

Does anyone care? / Does anyone care? / Does anyone care? / Does anyone care?

 

Se acomodó en el asiento trasero recostándose un poco sobre la puerta. Entonces empezó a tocar unos acordes muy reconocibles para mí. Era Ode to my family, del grupo The Cranberries. Su voz me paró los pelos. Similar a Dolores. Estuve a punto de sacar el celular y ponerme a grabar, pero desistí. Me pareció mucho más justo con ella y conmigo guardarlo de recuerdo en la memoria.

 

CHORUS

Doo doo doo do, doo doo doo do

Doo doo doo do, doo doo doo do

Doo doo doo do, doo doo doo do

Doo doo doo do, doo doo doo do

 

Se bajó en la calle Santa María de Oro, en la puerta de una casa de instrumentos musicales. Su voz me había encantado. Estuve a punto de decirle que también sé tocar la batería. Si ella iba a seguir por su cuenta iba a precisar un baterista. Pero no le dije nada. Imaginé que podía llegar a pensar que la quería chamuyar. Le pedí —le exigí, más bien— que siguiera tocando su música tal como ella la hace; aunque el resto de su banda quiera otra cosa. Seguí, le dije. Seguí sola, pero seguí.

 

Does anyone care? / Does anyone care? / Does anyone care? / Does anyone care?

 


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