Si pedís algo el universo te lo da

Conozco el funcionamiento del universo y sé que no es verdad eso que la gente dice: “Si pedís algo el universo te lo da”. Lo descubrí gracias a Gabriela Bejerman a quien conocí en un taller literario que ella daba en el Centro Cultural Rojas donde me inscribí a mediados del mes de septiembre, hace unos dos o tres años atrás. Ella daba ahí un curso de poesía muy entretenido.

No me acuerdo bien cómo fue el primer día de clases, pero recuerdo que ella entró al salón ridículamente vestida. Traía una camisola blancuzca con volados que la debe haber comprado en alguna de esas ferias americanas que hay por Marcelo T. de Alvear y Talcahuano. No recuerdo si traía anteojos o cómo era la pollera, rosa quizá. Ni bien entró nos hizo callar a todos y se presentó como “la profesora de literatura”, lo cual a mí en particular me cayó bastante pedante. Pero, para ser sinceros, en el ambiente literario en general hay mucha gente pedante. Es decir: no fue de extrañar.

Por aquél entonces yo estaba a punto de irme a vivir a Ushuaia con mi novia de entonces y no teníamos plata. La madre de ella iba a darnos trabajo poniendo un kiosco en su casa. Así que aproveché mi escaso entender de la poesía que escribía esta señora y decidí ponerle un número a cada palabra que no entendía de su poesía. Sumando todas las palabras horribles que usaba el total daba: 110, y por algunas semanitas, mientras se lo pedía repetidamente al universo hice la misma doble jugada al Loto Plus y al Quini6.

Finalmente el premio mayor no lo gané, pero al menos, todas esas clases de poesía que ella dictaba me sirvieron para escribirle a mi mujer una hermosa historia de amor sobre un caballo alado que se enamoró de una chica rusa y que juntos treparon una montaña mágica y se fueron volando.


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